La simpleza de lo fácil de digerir del tercer disco de Zach Condon como Beirut casi sorprende, el virtuoso niño que tocaba mas instrumentos que los que una persona promedio siquiera podría enumerar ha hecho un cambio mas de forma que de fondo, y le ha resultado una maravilla. Difícil tarea la de simplificar una fórmula establecida sin sacrificar todo lo que nos gusta de la banda. La base de folk balcánico que suena a vitrola de la segunda guerra mundial sigue evocando celebración, una fiesta de vientos que se pasea por calles y júbilo mas que un recuerdo triste en sepia. Lo interesante sin embargo es transformar la alegoría en sintéticas y perfectas piezas que entretienen durante sus escasos treinta y pico minutos, de ligera escucha y cuya complejidad se comienza a develar en las siguientes e interminables reproducciones.
Joyita
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